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lunes, 4 de julio de 2011

LOS TROFEOS DEL JEFE


El otro día descubrí en un rincón del almacen de la empresa donde trabajo los trofeos de caza del jefe. Cuarenta craneos blanquísimos con cornamenta incluida de todos los tipos y estilos. El caso es que allí estaban todos escondiditos para que no los vean los empleados y vayan a pensar que yo... que me gusta cazar por diversión y todo eso.
Montados en su trozo de madera y con su plaquita dorada debajo con las iniciales del jefe y la fecha y el lugar donde fueron cazados, aún no lucían en todo su esplendor porque estaban a medio desembalar pero seguramente volarán de allí pronto y fuera de las horas laborables. El caso es que de los cuarenta, diez fueron conseguidos casi de una tacada según reza en las plaquitas. En Sudáfrica, durante la semana santa del año pasado.
Me imagino a mi jefe montado en un land rover (porque no creo que se llevase hasta allí uno de sus todoterrenos), con su escopeta nuevecita de trinca y más peligro que Willy Fogg con un abono de transporte. El guía nativo de rigor le iría señalando las piezas sobre las que disparar: Ese no, que tiene los cuernos pequeños aún, ese tampoco que es hembra y está embarazada. Y mi jefe, que no se diga, bajaría el arma comprensivo y echaría un trago de agua mineral de su cantimplora comprada en Coronel tapioca mientras el guía, tímido él, aprovecharía para apartar la boca del cañón de la trayectoria de su coco.
Mientras yo pasaba la semana santa escribiendo, haciendo faenas domésticas, leyendo y jugando a hacer circuitos para coche con pinzas de la ropa con mi hijo, he descubierto de golpe lo que hacía mi jefe por aquel entonces. Y es que debe ser duro tener una pared más vacía que la hucha de un ludópata y sentarse junto a la chimenea con las visitas a la hora del whisky y las anécdotas y mirar para allá y no ver ni un solo cuerno sobre el que sostener una bonita historia de tiros, valentía y emoción.
Esta tarde me preguntaba sobre qué escribiría hoy mientras volvía al trabajo una hora y media después de acabada mi jornada laboral porque me había olvidado allí la tarjeta del cajero automático y sin ella estoy más perdido que  Botín en una acampada del 15-M. Y se me ocurre esto. Qué cosas.

15 comentarios:

  1. Pues has tenido una buena ocurrencia y muy bien escrita...
    Esos ricachones de "safaris"....de algo tienen que hablar y de algo han de presumir...
    ¡puff!¡qué poco me gustan!.
    Recibe mis saludos.

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  2. Gracias por tu visita con comentario :)
    Un placer pasarme por aquí.
    Saludos.

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  3. Me voy a montar la película:
    Ni siquiera los ha cazado él. Se limitó a pagar un pastón por esos huesos, solo porque podía hacerlo y estaban ante él en un momento de su viaje exótico, en busca de sentirse vivo. Solo estuvieron en la pared de su salón el tiempo justo para fardar un poco con alguna visita ligeramente inferior en status económico. Y el tipo sigue siendo gris, vacío y sin ilusiones. (Y ya paro; por supuesto, me gustó la historia).

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  4. ¿Sabes una cosa M.?
    Prefiero tus vacaciones de Semana S. a las de él.
    No es que tenga las paredes blancas; es que su vida esta vacía (de dinero imagino que no) que tiene que montarse historias fuera de lo habitual para hacerse notar y contar batallitas.

    A mi lo de jugar a hacer circuitos para coche con pinzas de la ropa con mi hijo, si que me parece lo mejor para contar una noche de cervezas.
    Mucho dínero tendrán los jefes, pero regalos como la sonrisa de un niño.. bien pocas; a no se que sea a golpe de billetera.

    Un fuertisimo abrazo.

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  5. Anna: De algo tienen que presumir sí. Yo estas cosas las veía "normales" (y tampoco me gustaban) en tiempos de memorias de África, pero ahora...

    Brasil: De nada. Un saludo chavalin.

    montse: Mi jefe es de los que ha heredado todo de su padre y de su abuelo. Ha tenido suerte. Esta afirmación nadie puede negarla. En cuanto a la historia que te has montado, no has acertado mucho. Todo lo ha cazado él aunque sí que lo veo como un tipo gris y vacío, la verdad.
    Sólo un dato más: en su despacho de la última planta tiene un armero donde coloca sus escopetas y sus rifles después del fín de semana. De paso se asegura que antes de subir a pedir un aumento nos lo pensemos dos veces.

    Kiya: Donde va a parar! yo también prefiero mis vacaciones a las suyas. Con mi hijo me lo pasé mejor seguro. Tanto millonario y estas son las cosas que se les ocurren para gastarse el dinero. Eso sí que es triste, la verdad.
    Otro abrazo para tí.

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  6. Interesante relato muy bien contado,un placer visitarte,un abrazo.J.R.

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  7. A veces cuando no sabemos qué escribir, aparece una historia como esta, bien narrada y muy entretenida.
    Un gran cariño.
    Humberto.

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  8. Qué fuerte, toda esa muerte en el almacén.... ¡pobres animalitos!

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  9. Bufff!!!!!!!!! Acerté en lo único que cuenta. Aunque me sigue quedando la duda sobre si es o no ficción realista, jeje! (Por si fuera cierto, procura pedirle el aumento en el rincón del almacén donde guardan polvo los trofeos, es muy posible que te diga que sí rápido y sin pensar con tal de librarse del ataque de tos que le dará).

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  10. Jose Ramón: Un placer recíproco entonces. Un abrazo.

    Humberto: Gracias maestro. un placer tenerte por aquí.

    Pau: Sí. Hacer alarde de lo que uno puede matar me parece mezquino y de otra época. Pero hay gustos para todo.

    montse: Nada de ficción realista. El noventa por ciento de lo que escribo aquí es real. El otro diez por ciento son pequeñas licencias que me tomo. En este caso ni siquiera eso.

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  11. Ahora que te pillo por aquí....
    Me gustaría llevarme tu Vidas Cruzadas a mi sección Deja tu huella. Ya me dirás algo. Un saludo.

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  12. montse: Ya me dijiste que te había gustado ese post... por supuesto que sí. Cógelo cuando quieras.

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  13. asu que tal colección la de tu jefe.

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  14. Menuda historia, mi esposo también le gusta cazar solo que no soporto tener las paredes llenas de venados. Después que comenzamos ellos fueron desapareciendo de la pared, como sus trofeos terminaron en su cuarto de caza.

    Me imagino a tu jefe ..!

    Me encanta leerte pero me encanta.

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