"Todo el contenido de este blog (imágenes incluídas) es original salvo enlaces o indicación contraria."

miércoles, 29 de febrero de 2012

LAS COLAS

No voy a andarme con rodeos: Odio las colas. Hacer cola, quiero decir, porque si voy, pongamos por caso, montado en el autobús y veo una cola en la calle, como no tengo nada que ver con ella, no la odio ni nada.
Hay gente, sobre todo gente mayor, a la que, aunque parezca increible, le ocurre lo contrario. Ven una cola y le preguntan al último: ¿Esta cola para qué es? y si le contestan con un vago: Ah, no sé, parece que ahí delante están dando algo. Pues ahí que se quedan, sin importarles el tiempo de espera y si finalmente van a darles algo que merezca la pena o no sé, pongamos por caso, un sobrecito de muestra de productos químicos para piscinas.
Si no tengo más remedio que hacer cola, recurro a todo tipo de artimañas para saltármela o aminorar la espera, siempre ojo avizor a la menor oportunidad para poner en práctica mis habilidades. Porque para saltarse las colas hay que tener muy desarrolladas tres habilidades básicas: psicología, astucia y una buena dosis de intrepidez.
Como esto de las colas viene de antiguo, las tengo muy estudiadas y he desarrollado una teoría propia sobre el particular: las colas son como una fuente. Esto sirve si hay varias colas juntas, como por ejemplo en las cajas de los supermercados o en las diferentes ventanillas de las taquillas de un cine. El flujo siempre colapsa las colas del centro y va desparramándose hacia las colas laterales, igual que si fuese una fuente que va llenando primero el recipiente principal, para después irse desbordando hacia los demás. Así, en las cajas de un carrefour, por ejemplo, donde haya diez cajas abiertas en la tarde de un sábado, las números cuatro, cinco y seis, serán las que tengan más gente. La dos, la tres, la siete y la ocho, un poco menos, y la uno, la nueve y la diez serán las que vayan más rápido. Y siempre habrá menos gente en las colas más alejadas de la salida. La nueve y la diez por ejemplo.
Luego hay que saber moverse con rapidez entre colas, si ves que hay una que mengua más deprisa. Tampoco esto es una ciencia exacta y la rapidez de reflejos es fundamental.
Una vez me encontré con unas colas enooooormes en la puerta de un cine, y justo doblando una esquinilla, tres o cuatro máquinas de venta automática de entradas desamparadas y muertecitas de asco. Y es que eso confirma mi teoría de la fuente: la gente no piensa y siempre se pone en el sitio más obvio.
Nunca me han llamado la atención por intentar colarme. También tengo que decir, que a unas malas, prefiero volver al día siguiente y levantarme más temprano que sucumbir a una agonía de horas de espera. Que todo no va a ser por la cara y hay muchas estrategias plagadas de sutileza.
Mi mayor éxito lo tuve una vez, hace muchos años, en la cola del museo Dalí, en Figueras. Poco previsor, llegué al museo a media mañana, después de recorrer bastantes kilómetros en coche acompañado de un amigo y su hija. La cola que era impresionante partía de la taquilla, recorría toda la calle de acceso y se perdía doblando esquinas y cruzando jardines. No podía decirle a mi amigo que nos íbamos, pero tampoco podía quedarme allí, sin hacer nada, hasta la hora de la siesta. Así que dejé a mi amigo y a su hija en la cola, por si acaso, y me fuí hasta la taquilla. Me puse allí al lado con los brazos cruzados, como si fuese un empleado del museo, junto a la ventanilla y beneficiándome del hecho de que ese día vestía con corbata, observando a los que iban llegando y decidiendo el momento adecuado para poner en marcha el numerito. Cuando ví a mi amigo a lo lejos y los siguientes en la cola eran los adecuados, le grité: ¡Pasen por aquí por favor! llamándolo con la mano. Mi amigo, primero me miró desconcertado, pero luego se acercó con su hija y compramos las tres entradas como si yo tuviese alguna prebenda especial que los demás ignoraban. Por mucho que lo cuente aquí, no hay palabras para hacerse una idea de la sensación que tuvimos al cruzar la puerta.

12 comentarios:

  1. jajajja. Ay, lo que me he reído. Ni te puedes imaginar el rato tan agradable que he pasado con tu escrito. ¡¡¡Genial!!! Sencillamente ha sido genial.
    Me voy a preparar yo un escrito así (a ver si me sale). Aunque, te advierto que no voy a poder superar el tono tan ameno, pausado y divertido de tu relato
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. No hay como las colas de Cuba, que son colas para callar el hambre y la vida. Te lo digo yo que soy cubana y vivi esa terrible realidad.
    Me ha encantado tu bello escrito.

    ResponderEliminar
  3. ¡Uf! Las colas. Yo también las odio, pero no tengo arrestos para saltármelas ni hacer trampas. Soy de las que, si no es inevitable, voy al día siguiente, aunque me tenga que levantar a las cinco de la mañana. Deberías darnos más trucos para evitarlas...

    ResponderEliminar
  4. Cuando puedas pásate por mi blog. Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. ¡Vaya morro! ahora en serio, soy de las que como la cola sea muy larga directamente dejo lo que sea y me voy. Por eso elijo los horarios más peregrinos para hacer las compras. Estimo mucho mi tiempo, he aprendido a valorarlo y no estoy dispuesta a perderlo haciendo colas.

    Besitos

    ResponderEliminar
  6. Todo puede superarse. Hay por ahí una frase que dice "Nadie le dijo que era imposible y lo consiguió". Pues aplícate el cuento. Ahora en serio: gracias por tu generosidad, me alegro de que te haya gustado.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Noris: Ahí me has dado donde más me duele. Tienes toda la razón y pensando en los cubanos, casi me arrepiento de haber publicado esta entrada. Un abrazo muy fuerte y gracias por tu generosidad.

    ResponderEliminar
  8. Dorothy: Hay colas y colas, y no todo el monte es orégano. Yo también he madrugado alguna vez para evitar alguna cola de infausto recuerdo.
    Un abrazo.

    Lobezna: Ya estoy tardando jaja.
    un abrazo.

    Elysa: Si ya sabía yo que lo del morro iba a salir por algún lado jajaja. Yo también lo hago. Ir a comprar al super a la hora de la siesta jajaja.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Ya tampoco hago colas, pero no hago uso del poder que te pueda llegar a dar una corbata!! ;-P Si yo hubiera estado entre esa pareja idónea para el ataque tuyo la hubiéramos liado!! de pajarita se te queda!! Saludos y abrazos!!!

    ResponderEliminar
  10. Jonay: Vamos a ver... como dijo Jack el destripador, vayamos por partes: No considero que llevar corbata otorgue ningún poder especial, sólo que podían tomarme por un empleado (lo menciono en el post). Por otro lado, "las personas adecuadas" no eran una pareja, sino un grupo organizado y distraídos charlando entre ellos. Que hay que explicarlo todo... me ha gustado lo de la pajarita... pero no uso jajaja.
    Un abrazo chavalin ;-)

    ResponderEliminar
  11. Amigo, usted no tiene que sentirse mal en cuanto a su escrito de las colas y la situacion cubana. Su texto es maravilloso y lo aplaudo con alegria. Saludos desde USA.

    ResponderEliminar
  12. Noris: Eres muy generosa. Lo que ocurre es que uno se siente mal cuando trata con cierta trivialidad algunas cosas sin pensar que para muchos no es un simple engorro, sino una situación de cotidiana supervivencia.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

SI HAS LLEGADO HASTA AQUÍ, NO TE ECHES ATRÁS AHORA. NO ME PRIVES DE SABER LO QUE PIENSAS. TUS PALABRAS ME IMPORTAN.