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domingo, 10 de febrero de 2013

EL TREN QUE YA NO EXISTE

fotografía de Ana Ruano,
 tomada del blog  http://demipasadovengo.blogspot.com
Todos los días, en invierno, para ir y venir del trabajo a casa, he de pasar por la gran estación de trenes de Barcelona, la estación de Sants, lugar de partida y de destino de innumerables trenes de largo recorrido. Ahora solo cojo un tren de cercanías, pero la estación de Sants siempre ha estado ligada en mis recuerdos con los viajes a Cádiz en el talgo nocturno.
 Recuerdo que cuando era niño, tomábamos aquel tren en verano y viajábamos toda la noche en unos compartimentos cerrados para cuatro pasajeros. Durante la noche, aquellos asientos de tela mullida se convertían en camas, en literas, con una lamparita que podías mantener encendida para leer toda la noche si querías, con una ventanilla grande por donde a la luz de la luna veías desfilar los campos oscuros y las estaciones rurales. Aquel tren se llamaba "El sevillano" en Barcelona y "El catalán" en Andalucía y estoy seguro de que en ese trayecto y en esos trenes, durante muchos años, se forjaron amistades, se iniciaron romances, se imaginaron reencuentros y se lloraron despedidas.
 Cuando mis padres llegaron a Barcelona, en los años sesenta, en busca de una vida mejor, lo hicieron en ese tren, a mí me montaron en ese tren con solo un mes y hasta hace pocos años viajaba con mi hijo en ese tren. Íbamos al vagón restaurante, le daba la cena y después lo arropaba en la cama mientras leía tebeos de mortadelo, antes de apagar la luz. Al otro día lo despertaba media hora antes de llegar al destino, donde sabíamos que en el andén de la estación, nos estarían esperando sus abuelos. A él le encantaban esos viajes en tren, pero el otro día en la estación, descubrí que esos trenes ya sólo existen en nuestra memoria.
 El tren hotel Antonio Machado ya no atraviesa los campos, ya no surca las vías de Despeñaperros pegado a los precipicios, lo han sustituido por otro más moderno, más rápido, sin camas ni niños arropados.
 Miraba los horarios de salida y no podía creérmelo. Otro asidero más arrancado de cuajo.
 Y mirando los paneles de salida de la estación, me dí cuenta de que ya casi no hay trenes de largo recorrido como los de antes. Los han sustituido por Aves o por otros de parecida calaña. No sé cuando salió el último talgo, pero lo hizo sin hacer ruído. Además, supongo que la gente prefiere los vuelos de bajo coste en auténticos autobuses volantes, así que ya no había destinos lejanos en los paneles. Apenas un par de centenares de kilómetros y varios trayectos largos en trenes de alta velocidad. Al bajar la vista de los paneles a las filas de asientos donde esperan los pasajeros, frente a las taquillas, me dí cuenta de golpe de que la inmensa mayoría de los que se sentaban allí no esperaban a nadie, no llevaban maletas, no iban a ninguna parte. Casi todos eran ancianos, un centenar de ellos, protegidos del frío del exterior, sentados y recordando en voz alta, charlando de la fugacidad de las cosas, de largos viajes en tren, por ejemplo.

20 comentarios:

  1. Innumerables veces he pasado por Sants, sin embargo me acuerdo de cuando cogí el tren para Ourense (era Orense) porque mi padre había muerto; ese recuerdo permanece en mi memoria.
    Me ha encantado leerte.
    Saludos

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    1. la reina del mambo: Yo también he hecho viajes en tren por la muerte de un familiar. El tren formaba parte de mi vida de tal manera, que los motivos del viaje podían ser de lo más variado..
      Muchas gracias por tu visita y tu comentario.

      Un saludo.

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  2. Una de esas entradas que he saboreado como un buen vino. Será porque hace muy poco pasé por Sants (cuando estuve en Barcelona), será porque también me han gustado mucho los trenes y he viajado en ellos de pequeña, será porque lo has descrito todo con una dulzura delicada y elegante, pero lo cierto es que he visto ese "Andaluz" o "Sevillano", lo he olido y, como tú, he sentido nostalgia.
    Un abrazo bien grandote.

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    1. Isabel Martínez Barquero: Muchas gracias por tu benevolencia, Isabel. Los trenes eran mágicos. Ahora nos queda el recuerdo porque los trenes de alta velocidad son más parecidos a aviones sobre raíles que a otra cosa.

      Otro abrazo para ti.

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  3. Aquel encanto de los expresos, cuando viajar en tren era vivir, y lo que menos importaba era el destino, porque el viaje era el objetivo.
    Supongo que aún se puede ir a París, por ejemplo, en el Puerta del Sol, viajar en tren de noche tiene algo de fascinante, te comprendo.
    Un abrazo.

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    1. Amando García Nuño: Tú lo has dicho: Cuando viajar era vivir. Quizás ese debería haber sido el título de la entrada, porque definitivamente se trata de eso.

      un abrazo.

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  4. Sants durante un tiempo fue también para mí el lugar en el que esperaba ilusionada a alguien o le despedía entre lágrimas, el lugar al que llegaba emocionada con mi maletita para empezar un fin de semana maravilloso. Hace un par de años leí 'Bilbao-New York-Bilbao' y recuerdo que el autor reflexionaba sobre cómo antiguamente los transportes permitían al viajero asumir su condición, adaptarse poco a poco a usos horarios, a temperaturas... Ahora todo es rápido. Pero no significa que mejor. Estoy convencida de que esa noche en el tren os permitía pensar, imaginar, soñar lo que os esperaba, lo que deseabais de esos días en el sur. Disfrutar de la magia previa a un momento mágico. Una pena.

    Un beso

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    1. Dorothy: Realmente me da pena que desaparezcan las cosas que me gustan, pero después, cuando leo lo que he escrito, tengo dudas sobre si hago bien doliéndome por estas cosas. Es el signo de los tiempos, supongo. Pero escuece.
      Las noches en el tren eran muy especiales, sí. Recuerdo que la barra del vagón restaurante era uno de mis lugares favoritos. No sé porqué, pero esos viajes se prestaban a entablar conversación con desconocidos. En esos viajes al sur, especialmente, recuerdo que más de una vez había cerrado el bar contando chistes, muerto de la risa con gente a la que horas antes no conocía de nada.

      un beso.

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  5. Te comprendo perfectamente. La primera vez que monté en ave tuve la sensación de que iba demasiado de prisa para mí. De que mi ritmo era el de los trenes express, de que era más lento. Y no solo en los trenes. Todavía me estoy recuperando.

    Un abrazo M.

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    1. jaal: A mí también me pasa. Qué manía con correr tanto a ras de suelo...

      Un abrazo.

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  6. Me acuerdo del Sevillano, me acuerdo. Para mi hermano y para mí era toda una aventura. Ese compartimento, con las fiambreras llenas de comida. ¡jo! cuantos recuerdos, he viajado tanto en tren... Había veces que al llegar a destino me parecía haber pasado toda una vida en el tren. Tengo muchos, muchos recuerdos y todos buenos.

    Gracias.

    Besitos

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    1. Elysa: Yo tengo recuerdos de todas clases, no creas. Una vez, debido a unas inundaciones a nuestro paso por Valencia, llegamos a Sevilla con 10 horas de retraso. Los revisores se encerraron y el bar se quedó sin nada comestible y tuvo que cerrar. En una estación nos repartieron bocadillos pero eso no acabó con el motín.

      un beso.

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  7. Me ha llegado mucho tu texto, porque yo no tengo la grata experiencia o recuerdo de lo que representan los trenes. Aquí, en Argentina, son sinónimo de suciedad, demoras, robos, arrebatos y otras cosas desagradables.
    En cambio viví eso en los trenes europeos, me recorrí buena parte de Italia subida a esos trenes; dormí en literas y conversaba con los otros pasajeros, que me convidaban con un bollo o una fruta. Cruzaba hermosas tierras, colinas, llanuras cultivadas, ciudades medievales y arriba de un tren todo se veía distinto, más familiar y cálido.
    Así que entiendo lo que sientes con esa pérdida, pero nadie te saca el recuerdo .
    Abrazo.

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    1. Mirella S: Sé que en Argentina, los trenes no funcionan bien. Es una pena porque con un país tan hermoso y tan extenso como Argentina, los viajes en tren podrían ser una maravilla.
      En el tren se compartía la comida porque eran espacios de convivencia. Eso se ha perdido en gran medida, me temo.
      Desde luego, el recuerdo se queda conmigo.

      Un abrazo.

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  8. yo apenas hice viajes en tren pero siempre me parecieron muy románticos y entrañables, como los viajes que nos dejas tú hoy.

    biquiños,

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    1. Aldabra: Es revelador que ahora por la megafonía de las estaciones ya no se pronuncia la palabra "pasajeros" y en su lugar se dice "clientes".
      tenían su lado romántico, sí.

      Un beso.

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  9. ...qué recuerdos con el Talgo Miguel de Unamuno... ocho horas y pico de viaje, con todo un mundo amaneciendo, todo por empezar... trayectos largos, lentos, y buenos recuerdos, sí señor :)

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    1. L.Becerro: Sí, exactamente era eso. Me encantaba leer en el tren y ver pasar el mundo.

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  10. ..., melancólico, triste... o nostálgico, pero me gusta mucho, precisamente por ese sentir... De todos modos, la memoria siempre dulcifica los recuerdos, los tamiza, y relega al fondo, lo que no es tan agradable, y adorna, convenientemente lo que ya de por sí es. Yo creo que la memoria, es como una caricia que nos protege... al menos la mía, es así la inmensa mayoría de las veces...
    Yo también viajé en el talgo, y en el expréss catalán, que no sé si es el mismo al que aludes, con el nombre cambiado, porque sé que no eran los mismos trenes... Viajar en tren, siempre era algo emocionante, dormirse en el arrullo del traqueteo, las breves paradas de la noche que se dejaban intuir fugazmente, amanecer, los olores, y esa excitación propia de los viajes, donde parece que nada malo puede acecharnos...

    Precioso modo de narrarlo.

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    1. brisa: Tienes toda la razón. La memoria lo dulcifica todo. En realidad a veces no era todo tan maravilloso. Yo recuerdo que a veces vendían el mismo número de asiento a varias personas, por ejemplo y se montaban unos números importantes, pero en realidad, hablo de una forma de entender el mundo que poco a poco se va perdiendo para siempre. Lo de los trenes sólo es un síntoma más. Y no se puede ir a contracorriente, pero me gusta regodearme en mi desgracia, qué le voy a hacer...

      Muchas gracias por tu amabilidad.

      un beso.

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