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jueves, 14 de marzo de 2013
EL MÚSICO
Salgo del trabajo sin paraguas, llueve suavemente. Bajo las escaleras del metro. No me gustan la mayoría de los músicos del metro. Entran en el vagón, de dos en dos, con un altavoz gigantesco y mugriento sobre el armazón de un carrito de la compra y nos obligan a escuchar a todo volumen alguna canción del verano, de hace dos o tres veranos, desafinada y absurda. Nadie levanta la vista del libro, del móvil, del periódico, del suelo.
Viajo en metro, voy cruzando la ciudad por sus entrañas, mientras leo un libro... y un acordeón comienza a interpretar el canon de Pachelbel, sin altavoz, con delicadeza pese al traqueteo del tren. Levanto la vista buscando al músico pero apenas si puedo verlo mucho más allá, es un hombre joven, vestido con correción. Me gusta. De repente cambia el tono y el músico ataca Libertango de Astor Piazzola, él solo. Con su acordeón. Ahora le veo de pie, tocando ensimismado, cada vez más rápido mientras pasan las estaciones, se abren y cierran las puertas y él toca con rabia, cada vez más rápido, sus dedos se mueven ágiles y el instrumento se estremece, casi se diría que va a desarmarse, es una versión increíble, ese hombre toca como si fuese a reventar por dentro, su música tiene alma, es un grito, pero nadie le mira y yo lo miro con los ojos entrecerrados, la mirada dura, disfrutando e intuyendo cosas. Muchas cosas. Tanto intuyo, que no sé si darle una moneda o abstenerme por respeto, aunque sea una contradicción. Cuando pasa por mi lado, finalmente, dejo caer una moneda en su vaso de cuero casi vacío y le sostengo la mirada, un instante, antes de que desaparezca en el andén.
Salgo del metro sin paraguas, con los puños apretados. Llueve con furia.
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La escucha del Libertango en el metro, un día de lluvia y con todo por hacer, puede producir que la persona afectada patee la primera papelera que se encuentre en el andén, no por nada más que por pura rabia. Te comprendo perfectamente. Suena el acordeón.
ResponderEliminarBuenas noches M.
jaal: Así es exactamante. Quizás habría pateado una papelera en el andén si no fuese porque las sustituyeron por unos soportes metálicos con una bolsa de basura transparente dentro. Adivina por qué.
EliminarUn abrazo.
¡Qué buen texto! Me resultó emotivo y tu descripción precisa y seca (con las palabras exactas) me llevó a ver el vagón del metro, al acordeonista y al que lo mira con ojos entrecerrados, duros, intuyendo...
ResponderEliminarUn abrazo
Mirella S: Muchas gracias, eres muy generosa. Esto de intentar transmitir cosas con palabras por escrito a veces es complicado, así que si de alguna manera te gustó, me alegro mucho porque tú cuentas muy bien las cosas.
EliminarUn abrazo, Mirella.
Qué hermosa mini crónica de un vagón. La verdad que comparto ese respeto por los músicos que salen a la calle a trabajar solo con su talento (aunque no todos lo tienen, claro), muchos de ellos son verdaderos artistas formados, otros, aficionados, una suerte, haber escuchado ese tango.
ResponderEliminarSaludos
Claudia Hernández: Gracias, Claudia.
EliminarEs exactamente eso. Yo respeto muchísimo a los músicos que me respetan. A los que no, no los respeto en absoluto. Viene a ser como en todas las facetas de la vida, supongo.
¡Un saludo!
Te entiendo... Muchas veces, cuando noto que detrás de un músico callejero hay mucho más, siento vergüenza ajena. Me da vergüenza tener que verlo en esa situación y, es verdad, siempre dudo si dejarle unas monedas o no.
ResponderEliminarUn beso
Precioso
Dorothy: Ese hombre se merecía que el vagón entero hubiera guardado silencio para escucharle. Creo que, dinero aparte, ese pago hubiese estado bien. De cualquier forma, un músico inspirado (¿y qué puede inspirar a veces más que la desesperación?)es capaz, si estás atento, de mostrarte su interior. Eso no tiene precio.
EliminarUn beso y gracias.
Éso es lo que más me gusta de ti. Y lo que te causa zozobra. Darte cuenta, dramáticamente, de ésto, y dirimirte entre dar, o pensar que sería más respetable no hacerlo. Mirar a esa persona, y decirle tanto con tu mirada... Estoy segura que ese día comprendió lo que le decías, y a pesar del dolor de la jungla, se sintió reconfortado en lo más profundo de su corazón, porque sintió tu empatía y reconocimiento...
ResponderEliminarInmenso.
brisa: Sólo dos personas le dieron dinero al músico. Lamentablemente creo que no había mirada capaz de reconfortarlo, pero en fin, así son las cosas.
EliminarUn beso, brisa y muchas gracias por tu generosidad.
Aqui onde vivo, existe uma avenida onde o único que se vê é apenas comércio. Por norma existem sempre músicos nas esquinas, cada um toca um instrumento diferente. Acordeão, guitarra, até violino. Mas devo dizer que na maioria das vezes a musica é tão boa, que as pessoas se concentram à sua volta e esperam que ele pare de tocar para lhe baterem palmas de pé. Momentos deliciosos, estes, com que tropeçamos por vezes.
ResponderEliminarDeixo um beijo
Sónia
Sónia M: La música callejera cuando es buena, es una auténtica delicia. Ahora que llega la primavera, las tardes invitan a salir y a disfrutar de estas cosas.
EliminarUn beso, Sónia.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminartextos como éste, contando las cosas desde el corazón te abren en canal, por el mismo relato y por las circunstancias actuales que a muchos nos desbordan.
ResponderEliminarbiquiños,
Aldabra: Eres muy generosa. Es cierto que a veces uno se siente fatal, desbordado, como tú dices, ante las estampas que se ven por la calle.
EliminarEstos tiempos me superan.
Un beso.
sencillamente genial!!! El ritmo de tu descripción permite escuchar la música.
ResponderEliminarte importa si te recomiendo en el mío, se de muchos que les encantaría leerte.
un abrazo
Nurocas: eres muy amable, muchas gracias.
EliminarCualquier recomendación tuya será un honor para mí.
Un abrazo.