"Todo el contenido de este blog (imágenes incluídas) es original salvo enlaces o indicación contraria."

martes, 19 de noviembre de 2013

EL VERANO QUE LEÍ MOBY DICK

Hace muchos años pasé unos días de verano recorriendo a pie una parte del Pirineo. Recuerdo que en los valles umbríos por los que ascendí, vi revolotear a los urogallos, huidizos. Pisé puentes de piedra bajo los que corría rumorosa el agua de los torrentes de alta montaña, ascendí por laderas escarpadas con la ayuda de un bastón de madera, monté la tienda de campaña al lado del sendero cuando me sorprendía la noche sin encontrar un refugio más sólido, comí bayas silvestres de todas clases, cociné comida deshidratada sobre una lasca de pizarra, dormí en una cabaña de pastor protegido del frío, conté cientos de estrellas fugaces tumbado en la hierba la noche de san Lorenzo, me bañé en un lago de alta montaña de aguas tan cristalinas y frías que cortaban la respiración (por ambas cosas), observé el vuelo de las águilas y las carreras de las marmotas, caminé durante días a miles de metros de altura cargado sólo con lo imprescindible. Lo más básico: La comida justa, la tienda de campaña menos pesada, los útiles de aseo imprescindibles, una navaja, una linterna, una prenda de abrigo, una muda de recambio y un libro.
En un entorno solitario, salvaje y bellísimo, fue sin embargo el libro lo que hizo de aquel increíble viaje algo memorable. A veces pasaba por un lugar donde el invierno anterior se había producido una avalancha de nieve y debía sortear como podía los árboles derrotados que obstruían el sendero. Entonces, en una extraña asociación de ideas, pensaba en la ballena blanca, Moby Dick. La fuerza más increíble que Dios puso sobre los mares.
Leí Moby Dick por las noches a la luz de una linterna y pensé en Moby Dick durante los días que duró mi travesía. Finalmente cuando acabó la historia de Ismael y cerré las páginas del libro, muy cerca ya de una civilizada carretera que me arrancaría de la soledad, fui otro distinto. Un chico de ciudad que ha descubierto de golpe la belleza y la vida.


"Yo la perseguiré al otro lado del cabo de Buena Esperanza, y del cabo de Hornos y del Maelstron noruego, y de las llamas de la condenación. Para esto os habéis embarcado, hombres, para perseguir a esta ballena blanca por los dos lados de la costa y por todos los lados de la tierra, hasta que eche un chorro de sangre negra".

10 comentarios:

  1. Con tu forma de describir ese viaje, me hicite sentir cercana a ese narrador solitario, que escalaba en medio del silencio y la soledad de la montaña, en comunión absoluta con la naturaleza y cubriendo las necesidades básicas con la austeridad de un asceta.
    La gran compañía: un libro, el maravilloso libro de Melville, que también leí en mi adolescencia y me dejó sensaciones raras, la cara oscura de las obsesiones, pensé entonces.
    M., un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aún no había leído Walden pero al hacerlo, años después, me he dado cuenta de que en cierta forma (muy modesta, claro) ese viaje fue una prefiguración de la experiencia que tuve con su lectura. Vivir la naturaleza de esa forma, aunque solo fuese durante unos días, cambió algo dentro de mí.
      En cuanto al libro... es cierto que ahí está la cara oscura de las obsesiones pero todo depende de la mirada del lector. En aquel momento no presté tanta atención a eso.

      Un abrazo, Mirella.

      Eliminar
  2. Vaya, que experiención!! Creo que todo el mundo debería hacer un viaje como el que describes, seguro que se descubren muchas cosas.
    Pasar por periodos de paz, desesperación, cansancio, soledad, conocimiento de uno mismo, sensación de libertad absoluta, de vulnerabilidad, crecimiento personal, arrogancia, humildad, sintonía, equilibrio, miedo…
    Me ha dado un pellizco de envidia, hace años que no hago ese tipo de viajes y nunca lo hice sola, ni leí Moby Dick, sí, lo admito no sin cierta violencia, igual debería plantearme matar dos pájaros de un tiro :)
    Me ha encantado M.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nurocas: Tú tienes Trafalgar... Ya sé que no es lo mismo pero creo que al menos parte de esas experiencias también las habrás experimentado en ese entorno mágico.
      Hay viajes que requieren el momento justo y no demasiada planificación. Yo he viajado poco, hablé de eso una vez, pero en viajes interiores, por suerte, estoy más puesto.

      Un beso, Nurocas y gracias.

      Eliminar
  3. A veces es bueno perderse y disfrutar de la naturaleza, el problema es que no lo hacemos a menudo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sara: Perderse y disfrutar de la naturaleza es un placer único pero tienes razón, no lo hacemos a menudo, estamos anestesiados.

      Un saludo y gracias por tu visita y tu comentario.

      Eliminar
  4. Yo lei Moby Dick mientras hacía el servicio militar. Debe ser una sensación pareja el imaginar la ballena blanca en el patio del cuartel como en las cumbres y valles de los Pirineos. A ahora que recapacito mejor por los Pirineos sin el aliento del sargento diciendo bobadas.

    Saludos M

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jaal: Es curioso, ahora que lo dices, me has hecho recordar mi gran lectura del servicio militar. Platoon. ¿A quién se le ocurriría enviarle a un recluta agobiado una novela bélica?

      Un saludo, jaal.

      Eliminar
  5. Lo más bello de este mundo es andar por senderos sin pueblos ni ciudades o navegar sin ver barcos en el horizonte

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pau: La belleza está en todas partes. En lo minúsculo y en lo grandioso, pero es cierta tu afirmación. Caminar en soledad te hace apreciar mejor las cosas.

      Eliminar

SI HAS LLEGADO HASTA AQUÍ, NO TE ECHES ATRÁS AHORA. NO ME PRIVES DE SABER LO QUE PIENSAS. TUS PALABRAS ME IMPORTAN.