Ya llegó el otoño. Los días se hacen más cortos y nos abrigamos más, hay que sacar la estufa del trastero o ir explorando los alrededores para encontrar leña que alimente la chimenea. Ya están vacíos los nidos de golondrina que cuelgan de un rincón del alero. Los árboles empiezan a pelarse y los días de lluvia empiezan a hacerse frecuentes. Quizás es hora de que aparque la moto y coja el tren para llegar al trabajo, que no es cuestión de llegar empapado. Empiezo a hacer recuento de las películas que tengo para ver, puede que empiece por "hacia rutas salvajes". Ha llovido toda la noche. Y me ha venido a la memoria el poema que escribió mi hijo para el colegio:
Esta mañana,
al abrir la ventana para ver el día
ví que llovía.
Abajo en la calle
crecían espejos
tronaba a lo lejos.
Días de lluvia
para la tristeza
y para algunos
y para las ranas,
cuánta belleza.
¿No está mal para un niño de siete años verdad?
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