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lunes, 20 de agosto de 2012

AZTECAS EN DOÑANA

Nicolás señalaba con la mano la entrada del río, con la bahía de Cádiz extendiéndose detrás y el cielo del atardecer incendiándose de púrpura y rojo. -Justo por aquí delante entraban los barcos que venían de América -me decía-. Por aquí llegó el oro de Nueva España y la plata del Potosí, y también llegaron las patatas, los tomates, el tabaco, los primeros pájaros multicolores que podían aprender a hablar como una persona... -Los loros -dije yo. -Sí, los loros del Amazonas -me contestó sonriendo-. Eran tiempos de barcos de madera que se llamaban galeones y de viajes peligrosísimos a merced del mar y de los piratas. Muchos de esos barcos están hundidos ahí delante, en los arrecifes de la entrada del río, con toda su carga, cuando no existían faros como este que los guiara a salvo en su camino hacia Sevilla. También salieron de aquí muchos conquistadores, con esos caballos que eran los primeros que veían los aztecas. Tan extraños les resultaba que al principio, cuando veían desmontar a un hombre de su montura, pensaban que se trataba de seres de dos piezas. Yo tengo mucha imaginación, y con mis diez años de entonces más todavía, pero me resultaba dificil de imaginar aquello. Tenía la saludable costumbre de imaginar solamente cosas que me gustaban y aquello de los seres de dos piezas me resultaba inquietante. -Ésta fue la última tierra española que vieron muchos de aquellos que se marcharon y que no regresaron nunca más y también fue la primera tierra europea que vieron aquellos indígenas que traían los conquistadores para exhibirlos en la corte -continuó Nicolás-. Para ellos ésta debió ser una tierra tan extraña como lo fue América al principio para los que llegaban allí. Mientras hablaba, Nicolás había ido realizando las operaciones necesarias para encender el faro, que ya alumbraba con su potente haz de luz, yendo y viniendo, la entrada del río, Sanlucar y, justo en frente, la playa de Doñana y los primeros árboles del inmenso bosque que se extendía detrás. Imaginé la fatiga de esos indios después de tanto tiempo de navegación, el temor a lo que les esperaba en un mundo extraño, tan ajeno al suyo, y mientras oscurecía, también imaginé que algunos de esos indios se lanzaron al agua y escaparon, llegaron a la costa de Doñana y se ocultaron en los bosques y llegaron a fundar una colonia de proscritos, una pequeña sucursal del imperio azteca en España. Y que protegidos por las dunas y los bosques, allí siguen, en secreto, sus descendientes. Prósperos, ocultos y a salvo.
autor: Eldelosreyes. Fotografía extraída de flickriver.

9 comentarios:

  1. quien pudiera visitar esos parajes con Nicolas...todo un conocedor de historias maravillosas

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  2. Siempre he soñado con vivir en un faro. Me parecen mágicos, lugares en los que es imposible que la imaginación no se dispare. Aún hoy sueño con que me toca la lotería y poderme comprar un faro abandonado, de esos que sustituyeron por otros más modernos, de aquellos que tenían una casita a los pies, y convertirlo en mi hogar. Los fareros, los pocos que aún quedan, son una mina de historias, reales, imaginadas, como esta maravillosa sobre aquellos hombres que se fueron y aquellos otros que llegaron sin querer llegar. Una entrada preciosa, muy evocadora. Espero que alguna vez encuentres a tus aztecas de Doñana.

    Un beso

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  3. Anónimo: Esos parajes pueden visitarse aún. O al menos lo que queda de ellos. La memoria dulcifica los recuerdos, pero los lugares siguen ahí.

    Dorothy: Compartimos ese sueño entonces. Yo mi faro lo imagino sobre un acantilado, con el mar embravecido debajo y esa casita austera, pero con todas las comodidades necesarias para no tener que salir de ella en una larga temporada. Un faro debe ser el lugar perfecto para escribir.
    Me alegro de que te guste la entrada.
    Voy corriendo a comprar un décimo ;-)

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    Respuestas
    1. ¡Oye! Que ése es mi faro... Si tiene chimenea y una biblioteca es mi faro.
      Si te toca y lo compras, espero que me invites. ;)

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    2. Claro que tiene chimenea y una biblioteca, ¡faltaría más! y aunque yo no tengo mucho de hortelano, en esas circunstancias hasta estoy sopesando la idea de un pequeño huerto.
      Si me toca estás invitada of course, pero si es al contrario, espero que te acuerdes de mí también jaja.

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  4. Bonjour, Sr. M.
    Por fin le escribo (no era sin tiempo). Tiene usted un blog fanbuloso, pero la letra me incomoda algo (¡ojo!, lo digo que la cambie).
    Yo no soy mucho de faros... seguramente prefiera una casa estilo Hansel y Gretel perdida en el medio del monte.
    Ah, vi el blog de su hijo y le comenté, pero por lo visto tenía que pasar alguna especie de prueba de seguridad, mi bonito comentario... que no llevaba armas. No sé pasó, la verdad.
    Pues nada, que me voy, que suena el teléfono y nadie parece estar por la labor de cogerlo.
    Biquiños.

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  5. Jazz: Nunca es tarde si la dicha es buena. Lo de la letra... no sé, me has dado que pensar, ¿quizás es demasiado pequeña? Estudiaré la cuestión.
    Si tu comentario no ha aparecido en el blog de mi hijo debe ser porque no lo ha visto aún, no porque hayas hecho algo mal, sino porque él no entra en el blog cada día y a veces tarda un poquito en actualizar (tiene doce años, tiene muchos focos de atención jaja), pero ya verás como sale sin tardar mucho.
    Me gusta mucho tu blog también. Gracias por tu generosidad.

    Un beso.

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  6. Bueno, pues a lo del faro también me apunto. Es una de mis fantasías recurrentes, de niña estuve un verano en uno o sea que tengo ya algo de experiencia y si me toca la lotería, os invito.

    Besitos

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  7. Elysa: Los faros tienen un halo tan especial que todo el mundo se apunta a vivir en uno siquiera una temporada. Si fuiste una niña farera eres afortunada, pero ojo con lo que prometes, ¡que te tomo la palabra!.

    Un beso.

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