EN BUSCA DEL MODELO PERFECTO

Me gusta dibujar, pero es una afición olvidada. O lo era hasta hace cuatro días. Yo era de los que, cuando era niño, me pasaba el tiempo dibujando y haciendo redacciones. El otro día entré en una papelería a comprar material para hacer un trabajo manual del colegio con mi hijo y salí con el material que él necesitaba pero también con un cuaderno de bocetos, un par de lápices de dibujo, una goma de borrar especial, un sacapuntas y una decena de rotuladores negros y grises. Ahora me siento en la mesa de la cocina con mi arsenal nuevecito, pongo en fila los rotuladores, los lápices, la goma, el sacapuntas y abro el cuaderno, pero ¿qué dibujar?. Cuando era adolescente fui durante un tiempo a una asociación de pintores a aprender a pintar, pero no me hacían mucho caso y a lo más que llegué fue a bocetar reproducciones de estatuas clásicas. Lo hacía en papel de embalar marrón, con carboncillo, y la verdad es que me gustaba pintar bodegones y esculturas, pero en casa, donde no tengo nada de eso... ¿qué pinto? He llegado a la conclusión de que tengo que dibujar lo que tengo a mano, cosas cotidianas, pero me cuesta. Qué no daría yo por la cabeza de un Julio Cesar en escayola. Pongamos por caso.